El sábado derramó nuevas tormentas sobre nuestra ciudad, sin embargo clareaba sobre nuestros corazones. Bajo ningún concepto podemos perder la fe en nuestra humanidad, en nuestra pequeña humanidad de Donosti, en la grande que se extiende por todo el planeta. La gente amable y de buena voluntad está cambiando el mundo de forma silenciosa. Con gestos cotidianos, aparentemente insignificantes, está alumbrando una nueva y esperanzadora realidad. “No, definitivamente, no nos gusta la frutaâ€, sobre todo aquella perdida por los calores y la animadversión, tampoco la falta del mÃnimo decoro que se prodiga por ciertas altas esferas. Nos gusta el paraguas de la joven desconocida que nos cubre contra el chaparrón repentino, que nos guarece contra una intemperie más pertinaz en medio de estos convulsos tiempos. |
|
|
|